EL ANGAR DEL PORRON MILENARIO

 
             

   
 
 

sábado, febrero 12, 2005

 
UNA PECERA PARA CAPRICHOSOS

Cuando a mi me hace ilusión una cosa material, no soy de los que impulsivamente hacen todo lo posible por conseguirla. En cambio, el hijo de mi jefe, adolece de ese mal...es un caprichoso que te cagas. Basta que una cosa le entre por las retinas y excite su cerebelo, para que automáticamente esa pieza entre a formar parte de su colección de andróminas.

Recuerdo cuando hacia poco tiempo que yo trabajaba en la empresa, fuimos a llevar un reloj de carillón a la casa de un cliente. Justo en el recibidor, había una pecera descomunal. Una recreación muy bien conseguida de un arrecife de coral acogía un sinfín de peces de todos los colores. El hombre nos dijo que había tardado casi diez años en conseguir el equilibrio en la pecera (que todos los peces se soportaran entre ellos, para que nos entendamos). Y que cada vez que intentaba reincorporar una nueva especie, se pasaba días y días haciendo pruebas de sociabilidad.

Dos días después, el hijo de mi jefe entra en mi despacho y me dice.

- Oye, acompáñame, que voy a comprar una pecera

Yo no rechisté, ya que cualquier cosa que fuese fiesta era bienvenida, jejeje

Entramos en la tienda de animales, y empezamos a mirar peceras. El señaló efusivamente la más grande, y yo le aconsejé que sería mejor empezar primero por una más pequeña para "practicar". Pero el ni me oyó, tenía que ser la más gorda.

Empezamos después a mirar pececitos, y cuando vino el dependiente, el hijo de mi jefe empezó a señalar peces y decir.

- Ponme seis de estos, cuatro de estos, dos de estos

El empleado preguntó que cuantas peceras tenía. Y él, señalando la megapecera, dijo

- Es para ponerlos allí

No veáis la cara de horror que se le puso al pobre dependiente, y se apresuró en aconsejarnos que no podía ser, que los peces tienen sus nichos ecológicos, y no se que más. Pero el hijo de mi jefe ni lo quiso oír, se limitó a sentenciar

- Pues los que se mueran, ya tienen el entierro pagado

En fin, que el dependiente se resignó a vender pececitos como quien vende naranjas.

Luego empezamos a buscar cosas para decorar la pecera. No os podéis llegar a imaginar la de estupideces que compró. El muy bestia insinuó en poner una rueda de hámster para que se distrajeran. Pero le convencí de que sería peligroso para ellos (que era puta mentira, pero oyes, por encima de mi cadáver). Pero no conseguí quitarle de la cabeza que no pusiera palmeritas de plástico en el fondo. Y eso que el empleado le dijo que eran para las tortugas. Por cierto, cuando el empleado dijo tortugas, el hijo de mi jefe pidió poner unas cuantas en la pecera, pero el empleado se disculpó y dijo que no tenía.

Cargamos el coche, y como contable que soy, fui a pagar. Mientras esperaba en la caja, me distraje viendo una enorme estantería. En ella había una especie de cuencos, y su interior estaba atiborrado de...de...tortugas.

Al cabo de un mes, el hijo del jefe se cansó de la pecera (como era de esperar). Recuerdo aún el día que se fue de viaje, y me llamó por el móvil para que fuera a dar de comer a los peces, que hacía...QUINCE DIAS...de la última vez que les dio algo. Yo corrí como un loco hacia su casa, miré con horror la pecera. Pero no, los peces estaban bien. Cogí el pote de la comida, lo acerqué a la pecera, y antes que ni tan siquiera un gramo de polvo de comida tocara el agua, TODOS LOS PECES EMPEZARON A SALTAR DE LA PECERA. Me retiré asustado, pero luego volví para alimentarlos. Una vez saciados, me quedé un momento embobado mirándolos. Se movían alegremente, entre rocas, arena, y una sirena de plástico (si, si, también me puso una sirena).

Pero algo había en esa pecera de raro, no sabía exactamente que era, pero...emm...

- Oye ¿Aquí no habían unos peces azules?

Miré detenidamente toda la pecera para buscarlos...hasta que...vi la espinita en el fondo.

- Vaya, ya decía yo que esos peces negros estaban más gordos desde la última vez que los vi.

Otro día fue más fuerte. Estaba en la tienda, buscando unas llaves, y mi jefe me dijo que le sonaban que estaban en su casa. Así que me fui a ver si las veía. La escena que presencié era dantesca. "Puscas" un precioso gato negro que tiene mi jefe, tenía las dos patas de delante dentro de la pecera, y las otras dos fuera. (¿Los gatos no eran alérgicos al agua?) Y todos los peces, absolutamente todos, estaban arrebujados en el rincón más alejado de las fauces de ese felino. Yo me precipité hacia el gato para sacarlo de allí, y se erizó todo...Al final acabe mojadísimo. No se porque me molesté, me consta que Puscas no desistió en el intento y que algunos peces desaparecieron (los de color negro, en su totalidad)

La historia de la pecera acabó en desgracia. Un lamentable cortocircuito provocó que Igualada entrara en el libro guines como la ciudad que ha cocinado la mayor fundí de pescado del mundo.

Por cierto, el otro día el hijo de mi jefe me insinuó algo de caballos…dios nos coja confesados.
albert - 23:23

 

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