LA EXTRAÑA MUERTE DE LAS PLANTAS DE LOS BARES DE ESTELLA

Estaba recordando una conversación que tuve en el Chat, con número áureo, sobre la costumbre que tienen los norteños de ir de tapas. Eso me hace pensar en un fin de semana que estuve con mi familia en Estella, una de las ciudades más grandes de la comunidad Navarra.

Es una ciudad preciosa, envuelta y mezclada entre montañas verdes, que en otoño se tornan ocres y moradas. En la cima de cada montaña hay una iglesia, un convento, un castillo, o algún edificio de la época en que Sara montiel cantaba sus cuplés (no, el cuplé de fumando espero es del jurásico, me refiero a más para aquí).

La abuela de la cuñada de mi cuñado (si, si, en mi familia nos avenimos hasta ese extremo) nos invitó a ir a su casa de Estella para pasar un fin de semana. La abuela susodicha que en esa época tenía ya 87 años, era hija del hermano de un obispo, y había heredado de este una preciosa casa en el centro mismo de la ciudad. La puerta de entrada era enorme, llena de artesonados, y al entrar vimos una fantástica escalinata. Escalinata que en más de una ocasión, cuando nadie me veía, bajaba dramáticamente mientras decía a soto boche

- Tara!! Tengo que ir a Tara!!

Todas las estancias eran grandes, con el techo a tomalpolculo, las ventanas como estadios de fútbol, y los muebles macizos hasta decir basta. Y hablando de muebles, no veas la cara que pusieron mi hermana y mi cuñado al ver su habitación. Estaba toda forrada de terciopelo de un color indescriptible, repletísimo de objetos inútiles pero bellísimos, y la cama era de esas que tienen ese cachivache encima (ahora no se como se llama). Sinceramente, parecía la alcoba del conde drácula.

A la mañana siguiente, veo a mi cuñado refunfuñando con mi hermana. Así que me metí en el fregado y les pregunté.

- ¿Que os pasa?
- Nada, que tú hermana es una loca
- Ein?
- Esta noche, que me levanto a las tantas de la noche para ir a mear, llego al retrete, y cuando voy a salir casi me quedo sin cojones
- Y eso?
- La gilí puertas de tu hermana, que la tenía justo detrás...que susto me ha parido

Y mi hermana, con cara de cordero degollado pero sin poder disimular que se estaba tronchando, replicó

- Es que teniaa miedooooo, y hacia mucho tiempo que me estaba meando, y aproveché la ocasión que fuiste tú para...
- Pues macha, otro día te vas a dormir con tu padre
- Vengaaa!!, si que te cabreas por poco - dije yo
- Es que eso no fue todo. Luego me acosté, y de pronto me pegué un calambrazo que pa que
- ¿Un calambrazo?
- Si, si, tu hermana me puso el pie en el muslo, y eso no era un pie, era el iceberg que hundió el titánic
- Joooo, es que los tenia fríos- volvió a defenderse mi hermana
- Pues otra vez te los refrescas en una bañera con ácido sulfúrico, y a mi me dejas con mi temperatura corporal intacta.

Después de desayunar nos fuimos a dar un paseo. Pero al poco rato, ya nos habían metido en un bar de tapeo. Al principio era guay, porque las tapas estaban exquisitas, lo malo es que una tapa significa una bebida, y pobre de ti que no te la bebas que te meten unas bullas que pa que. Al cabo de dos horitas, yo y mi hermana (poco acostumbrados al tapeo) llevábamos un pedal de cuidado, y nos aliamos para evitar más bebida. Así que, cada vez que uno comía una tapa, el otro se encargaba de hacer desaparecer el vasito de forma misteriosa. Me parece que cuando nos fuimos de Estella, el titular del periódico local era el siguiente.

- Extraña epidemia en Estella...mueren misteriosamente las plantas de todos los bares de tapeo de nuestra ciudad...bla,bla,bla.

A las tres de la tarde, las tapas nos salían por las orejas, y ya esperábamos llegar a casa para hacer una siesta. Pero solo llegar al comedor, nos quedamos a cuadros. Un enorme jabalí pequeñito daba vueltas encima de la mesa, y dos mujeres vertían con sendos cucharones salsa al omnívoro. Nos sentamos a la mesa para no hacer un feo, y con la clara intención de no comer nada...pero comimos, vaya si comimos (juer, que bueno estaba el cerdo ese).

¿Y os pensáis que esto acaba aquí?...pos no, a las cinco ya estábamos dando vueltas por Estella a repasar los bares que se nos habían escapado por la mañana, y cada vez era más difícil hacer desaparecer el puto vasito.

Ah, y no os lo perdáis, que cuando volvimos a casa, nos esperaba una mesa a lo Asterix y obelix....Y por la noche vuelta a salir!!!!. AAAAAAAGggggHHHH.

Conseguimos sobrevivir, gracias a dios, a las plantas de los bares de Estella, y al hermano de mi cuñado que come por siete. Pero juro que, si vuelvo a estella, jamás con un oriundo de la ciudad...que lo sepas.