EL ANGAR DEL PORRON MILENARIO

 
             

   
 
 

viernes, septiembre 24, 2004

 
LLAMANDO A TARZAN

Los japoneses son la reosti, se lo inventan todo. Sin ir más lejos, este domingo fui con mi nuevo amigo Valen a una sala de videojuegos. Hacia la tira que no había entrado en un sitio de esos y me lo pasé como un indio. Con un bazoca inmenso, maté zombis por un tubo (y casi mato también a algún adolescente que, incauto el, pasaba por mi costado...y es que me pongo muy nervioso con estos chismes!!)

Pero lo más “alucineitor” era una máquina de baile...si,si, lo que estáis oyendo, una máquina para bailar. Se compone de una pantalla gigante, y cuatro flechas en el suelo puestas en cruz señalando los cuatro puntos cardinales. Pones un euro en la rendija, seleccionas una música (bueno, ejem, una putrum,putrum que recuerda a música), y empiezas a seguir las flechas que ves en la pantalla con tus pies.

Alrededor de la máquina había una multitud de gente, y encima de las flechas se iban turnando los bailarines. La sensación de que van coreografiados es bestial. Valen tiene práctica, y sigue las flechas con maestría. Pero cuando me tocó a mí…ejem.

Las primeras flechas avanzaban y no costaba mucho seguirlas. Pero cada vez iban más y más rápidas, y cada vez era más y más farragoso seguirlas. De golpe, el puto juego empieza a enseñarte dos flechas paralelas a la vez, luego otro par, luego otro par pero sin estar paralelas. Yo, ya perdido del todo, empezaba a saltar sin ton ni son. Y la gente que me rodeaba empezó a reír. Mis primeros pasos coreografiados se tornaron sendos saltos orangutanianos. (Ya solo me faltaba ponerme las manos debajo de los sobacos). Cuando estaba ya totalmente fuera de la coreografía, empecé a descojonarme, y la gente que tenía alrededor se descojonaban aun más si cabe. Al final, un grito de desesperación me salió de las entrañas

- Quiero que venga tarzan yaaa!!!!

Y dicho esto, como si hubiese caído una bomba y la onda expansiva se hubiese adueñado del local, todo el público se tiró al suelo entre espasmos de risa.

Cuando se acabo la música, todos me suplicaron que les bailara otra, pero yo me negué en redondo (simplemente porque el éxito hay que dosificarlo, para no cansar al público).

Después de nuestra incursión por la sala de máquinas, Valen me ha propuesto ir a patinar sobre hielo. Dios!!! Espero que ese día todos los patinadores tengan un buen seguro de accidentes.




albert - 13:45

 

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