EL ANGAR DEL PORRON MILENARIO

 
             

   
 
 

sábado, agosto 28, 2004

 
VACACIONES EN VALDERROBLES, SEGUNDA PARTE

Cuando llegamos a Valderrobles, pudimos comprobar toda la intensidad de la fiesta mayor. Nunca habíamos visto tanto "turista" y "llallo" junto. Ingentes riadas de gente entrando y saliendo por todas partes, invadiéndolo todo. Y obviamente, nuestros coches eran un elemento entorpecedor de primer orden. Cuando estábamos a la altura del hotel, preguntamos a un "abuelo" al azar para que nos dijera donde podíamos aparcar. Y mientras intentaba situarse, su mujer se abalanzo sobre la ventanilla y chillo

- AAAAAHHH, PERO SI ES LA CARMEN!! LA SOBRINA DE LA OTILIA!!
- ¿Que Otilia? - pregunto el abuelo, estorado por la interrupción de su mujer
- Coño, José, la prima de la peluquera
- Joder!! Si ...

Mira que es pequeño el mundo, pero con un pueblo de tres mil habitantes (que ahora en fiestas, deben ser cinco mil) encontramos a un pariente. Entre pitos y flautas, nos pasamos casi media hora repasando cincuenta años de sus vidas, atascando el tráfico, y encima, con una calor del copón.

Bueno, el caso es que al final encontramos sitio para aparcar. Nos instalamos, y luego...la comida.

Os voy a explicar que pasó. Valderrobles esta en fiesta, y eso significa que ninguna tienda esta abierta. Los restaurantes están atiborrados de gente que han reservado mesa UNA SEMANA ANTES. Y los lugares de tapeo están, como se dice, más buscados que el anillo de saurón. Y encima, mis tíos y primos son unos "ansias" que si no comen a las horas, no existen.

Los dos días siguientes fueron un "en busca de la comida". Y lo peor es que mis tíos no se conformaban con cualquier cosa, tenía que ser bueno y barato. Para rizar el rizo, cada vez que dábamos vueltas por el pueblo, nos encontrábamos un pariente. Solo os diré que cuando nos marchamos después de casi una semanita, ME CONOCIA YA A TODO EL PUEBLO EN PESO. (Alcalde incluido). Y tienen unas ganas de hablar...buajjj.

Al tercer día nos dimos cuenta que si queríamos comer bien, teníamos que irnos a los pueblos colindantes. Pero, pero, pero...resulta que un 75 por ciento de los pueblos hacen la fiesta mayor LA MISMA SEMANA!!!. Madre mía, parecíamos indiana Jones. Lo positivo es que con la excusa, visitábamos muchos pueblos encantadores...y cansinos (¿POR QUE COÑO TODOS LOS PUEBLOS DEL MAESTRAZGO ESTAN ENCARAMADOS EN COLINAS?).

Pero respecto a la comida, hubo un día que me reí un montón. Habíamos regresado muy cansados de una excursión por MORELLA (la foto que había dos post anteriores) y no habíamos pensado en la cena (que cosa más rara) Así, cuando llegamos a Valderrobles, ellos (yo no) se aterrorizaron ante la expectativa de no poder cenar. Al final nos arriesgamos a tapear. Extrañamente, nos pudimos "apalancar" muy rápido. El camarero (un estudiante que trabajaba en verano) nos pregunto que queríamos, y nosotros, con una actitud de "pon cuatro cosas, no mucho, que no tenemos mucha hambre" pedimos que nos aconsejara. Nos describió algunas raciones, y entonces nosotros, ante la incredulidad del camarero decíamos

- Pon cuatro de este, dos de esto otro, cinco de este...

El chico nos trajo las primeras raciones y se fue a buscar las que faltaban. No tardó ni un minuto, y se quedó patidifuso al comprobar que habían literalmente desaparecido de nuestras mesas. Las raciones desaparecían a velocidad taquionica. Y hubo una vez en que el camarero se asustó. Traía dos raciones de patatas bravas, y mientras estaban aun es sus manos, nosotros ya nos las estábamos comiendo ( de hecho, parecía que nos peleáramos por ellas). El camarero dejó los platos ya casi vacíos en la mesa y sacó los brazos rápidamente, temiendo por su seguridad. Y entonces no me pude estar i dije

- A la próxima le sujeto el brazo y le corto una loncha. Y cuando lo saque, le corto otra.

Bueno, pues con este chiste empezó la coña. Nos reímos tanto, que al final me parece que me sentó mal la cena y todo.

Otro día memorable fue en un pueblo cercano que se llamaba La fresneda. Fuimos a un restaurante-parador, y el camarero, en lugar de darnos la carta, nos la cantó. Y no había manera de retener nada de lo que decía. Al final, ya cansado de hacerle repetir una y otra vez el menú, le pedí jabalí. He de reconocer que estaba exquisito. Pero cuando comprobamos lo carísimo que era el restaurante (se llama Matarraña) me acordé de un pariente domesticado del jabalí, y estuve apunto de comunicárselo al camarero.



Pero bueno, ya os contaré más cosas sobre los jabalíes del maestrazgo.



albert - 09:43

 

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