EL ANGAR DEL PORRON MILENARIO

 
             

   
 
 

jueves, julio 22, 2004

 
CALAFAT
 
Si hubo una época realmente feliz en mi vida fueron mis vacaciones en Calafat. Mi madre había trabajado muchos años en un restaurante familiar, y su relación con esa familia había cuajado de tal forma que se integraron en la nuestra y viceversa. Los dueños del restaurante tenían una ESPACHURRANTE torre en la playa, con un jardín ENORME, y todos los lujos que te pudieses imaginar. Por poner un ejemplo, había una moto que se podía plegar en una pequeña maleta (por cierto, yo era el único que la sabía montar y desmontar...años de práctica con el lego, el tente y el mecano). Pues bien, resulta que la mansión (para que nos vamos a engañar, eso era una mansión) se separaba en dos casas: La inferior, donde estaban los lujos, y una superior, más estilo apartamento, para los hijos. Pero los hijos, ya grandes, pasaban olímpicamente de la casa de la playa (estaban demasiado ocupados haciendo viajes de infarto) y los amos del restaurante estaban demasiado achacosos como para permitirse el lujo de estar solos en esa mansión aislada. Así que, un buen día, ofrecieron a mi madre la posibilidad de estar las vacaciones en la casa del piso superior. Mi madre aceptó, pero con la condición que nosotros nos encargaríamos de cuidar el jardín, la casa, el perro, y de los pequeños desperfectos de la casa (por pequeños desperfectos incluyo cambiar el tejado, las ventanas, el sistema de riego...ejem, ejem)
 
Por la mañana me levantaba a una hora tan indecente que hasta me daba vergüenza saludar. Mi madre me tenía preparado el almuerzo, y una vez devorado, corría para buscar al perro, un precioso pastor alemán llamado "key".
 
Ese perro tenia dos grandes manías:
 
a) Nunca podías jugar a un deporte de pelota delante de él, porque siempre acababan en su boca
b) Le encantaba sobremanera la playa, le volvía loco. Si en un momento dado le insinuabas que ibas a la playa, y él estaba atado con una cadena, la cadena se iba a tomalpolculo (la arrancaba de cuajo). Aun recuerdo un día en que mi familia estaba comiendo en la terraza. Key estaba atado en la mesa donde se realizaba el banquete. Me vio que iba con la colchoneta (muestra inequívoca que me dirigía a la playa) y entonces...
 
...los berberechos con vinagre los recogimos en las hojas de la palmera, con eso os lo digo todo.
 
Siendo arrastrado por un pastor alemán, bajábamos las escaleras para acceder a la playa (no me he acordado de contar que la casa estaba justo encima de la playa, en un acantilado). Y casi completamente solos, jugábamos a todo aquello que podía imaginar.
Muchas veces aparecían gaviotas en la playa, y entonces Key salía disparado hacia ellas. Pero las gaviotas son pájaros con cojones, y le plantaban cara. Las peleas siempre acababan igual...ese perro no tenia orgullo, por dios.
 
A la una de la tarde, aparecían en la playa el resto de mi familia. Mi hermana llegaba, decía un hola casi imperceptible, ponía la toalla en la arena, se tumbaba en ella, y se quedaba grogui. (Esas juergas, esas juergas) Luego llegaba mi madre cargada de cachivaches (no se podía quitar el dominguerismo ni viviendo como una reina). Mientras desplegaba todo el arsenal de cosas, nos iba lanzando misivas aleatorias tanto a mi, como a mi hermana.
 
- Albert, ponte crema. Montse, esas no son horas de venir a casa, Albert, no vayas al fondo. Montse, mañana no te dejaré salir. Albert, deja al perro. Montse, ¿Ese amigo tuyo, quien cojones es? Albert, ¡he dicho que dejes al perro! Montse, Ponte PERRO que te vas a quedar como una tostada.
 
El último en llegar era mi padre, cansado de arreglar los "pequeños" desperfectos. Pero solo se bañaba para refrescarse antes de comer (no era muy dado a los tuestings de sol). Lo mas gracioso es que siempre llegaba manchado de algo. (de pintura, de cemento, de barniz...) Un día nos vino de color pitufo, y nos dijo noseque de la lavadora, el poco espacio donde estaba, y la madre que parió al azul para teñir los pantalones vaqueros.
 
Para comer no faltaban productos del mar, como pequeños mejillones, o boquerones con vinagre, o chipirones. Y eso era debido a la proximidad del puerto de l'Atmella de mar. Luego nos pegábamos unas siestas pantagruélicas. Y después venía la parte del día que más me gustaba, cuando el sol empieza a esconderse, cuando las golondrinas empiezan a perseguir a sus presas y emiten esos gritos tan nostálgicos, cuando el calor deja paso a la brisa marina. En eso momentos jugábamos intensos partidos de pala, con el aliciente de esquivar a Key. O dábamos paseos por la urbanización. O nos sentábamos en el porche y hablábamos de todo. O intentábamos que Key no se comiera al ciclista de turno.
 
Pero lo que más me gustaba de esos momentos era la sensación de felicidad ilimitada, de que nada importaba, de que todo era bonito y divertido, de que una paz infinita se apoderaba de todo, lo envolvía, y me protegía de los problemas. Hacia mucho que no recordaba mis vacaciones en Calafat, y ahora me han venido a la memoria como una enorme avalancha, arrasando todos mis otros recuerdos, y dejando esa sensación otra vez en mi cuerpo...esa sensación de paz... pero se que esos días ya no volverán, que me tendré que conformar con el recuerdo, que solo es una ilusión...ilusión...ai que me parece que ya se porque me vienen esos recuerdos a la memoria.

 


albert - 23:18

 

.

HOME
&
ARCHIVES

mkxis
almuric
fantine
Peluche
Capitán napalm
Avestruz
axque
lumen dei
Persefon-E
yaizal
chikago
dilettante
Pirata Roberts
dodu
gorpik
hetoo
beor
kira
Jambrina
Fredja
DANAE
nur
Rapunzell
Numero aureo
Boriel
siringa
onirik
tindriel
Ottawa
Maki
ciclonite
La biblioteca de la siringa
Fahss
Gamusina
Sowhat
globtops
hariseldon
Cynskeptical



Nedstat Basic - Free web site statistics



Reír es lo mejor... sobre todo si el tortazo se lo pega otro.