EL MEJOR CEMENTO

Este mes de junio se ha empeñado en bombardearme mi línea de flotación, y hoy me ha dado de lleno en pleno casco. Hace unos meses a mi tío se le diagnosticó cáncer en la sangre. Después de muchas transfusiones y rellenarlo de medicamentos, solo hemos conseguido que viva hasta hoy. Ahora mismo no estoy triste, ni aturdido, ni tan siquiera serio, pero de tanto en tanto se me aparecen pasajes de mi vida donde él era el protagonista.

Recuerdo en una de esas macro reuniones familiares, cuando yo era tan pequeño que podía corretear por debajo de la mesa con la velocidad de una lagartija, cuando me sentaba en el regazo de todo pariente que se prestara. Cuantas veces me había parapetado en el regazo de mi tío, encandilado viéndole fumarse uno de esos tantos puros del que él era tan aficionado. Y más tarde, cuando podía entender sus ácidas ironías, cuantas risas, cuantos buenos momentos.

Y también recuerdo el domingo pasado, cuando lo fui a visitar. Ironizaba de su situación de tal manera que hizo reír hasta el pobre enfermo que tenía al lado, ese que solo podía mover la boca.

Recuerdos es todo lo que me deja, nada material que poder palpar como amuleto deseado. Pero que reconfortantes son los recuerdos cuando son buenos, y que feliz te sientes cuando los sacas de tu baúl neuronal y los dejas fluir lentamente en tu cinemascopica mente. Doy gracias a la vida por darme la oportunidad de poder recordar, y doy gracias a mi tío por regalarme partes de su vida para rebobinarlas tantas veces como yo quiera.

Pero ahora necesito restaurar mis cimientos, y no hay mejor cemento que los amigos, así que he decidido ir a la asamblea. Quiero envolverme de algunos de ellos y recuperar mi flotabilidad.