EL ANGAR DEL PORRON MILENARIO

 
             

   
 
 

jueves, abril 15, 2004

 
PEQUEÑA HISTÓRIA PARA UNA AMIGA
Había una vez una colmena muy grande en un precioso bosque de flores. En ella vivía una abejita a la que mandaban hacer de todo: limpiaba, cuidaba de los bebes, repartía comida por la colmena... Pero un día le tocó ir a recoger miel. Así que, muy dispuesta ella, se marcho por la mañana a por miel. Intentó que las flores fueran las más adecuadas, se esforzó como ninguna en recoger el mejor de los néctares, incluso se alejó más que las demás para encontrar la flor más jugosa. Llegó contentísima a la colmena con sus patas repletas de miel de la mejor calidad. Pero cual fue su sorpresa al ver que no utilizaban su miel, decían que no era lo suficientemente buena. Los siguientes días ella se esforzó más, preguntó a las demás como hacerlo, se cansó muchísimo para lograr que aceptaran su miel en el panal. No ocurrió así, su miel siempre tenía algo malo. Aterrada de miedo por no poder conseguir su objetivo, se entristeció de tal modo que casi dejó de recoger más miel. Pensaba que nunca lo conseguiría y decidió rendirse. No obstante, intentó una vez más llevar miel al panal, pero esta vez iría a recoger la miel de la flor mágica, la flor que se encontraba a más distancia. Voló muchísimas horas hasta que divisó aquella fantástica flor, grande donde las hubiera. Se posó sobre su corola y sacó el mejor néctar que jamás había probado en su vida. Al llegar al panal, su miel fue acogida con entusiasmo, y la abejita casi lloró de alegría. Al día siguiente, la abeja fue a por más miel de la flor mágica. Pero cuando llegó al lugar, vio con terror que la flor fantástica había desaparecido. Al lado donde había la flor fantástica había otra, pero era menor y menos bonita. La abeja no intentó recoger néctar de esa otra flor, solo lloró y lloró.

Era de noche cuando la abejita regresó al panal, y cual fue su sorpresa al descubrir que el panal había sido destruido. Poca cosa quedaba de él, nada de aquel néctar tan precioso que ella era incapaz de recoger.

Al día siguiente, la abejita fue a recoger más miel. No parecía triste, ni desolada, ni aterrorizada, ni infeliz. Porque ahora ella sabía una cosa: No importaba que su miel no sirviera para el panal. No era necesario que la flor fuera mágica. Lo más importante era que disfrutaba intentándolo.

Disfruta tus estudios :P



albert - 15:34

 

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