EL ANGAR DEL PORRON MILENARIO

 
             

   
 
 

lunes, marzo 29, 2004

 
PASEANDO POR LA TIERRA MEDIA
Parece mentira lo relativo que se vuelve todo cuando se convierte en costumbre. Pongamos por ejemplo la visión que tienen las personas sobre "caminar por la montaña". Para un habitante de una gran ciudad eso significa "excursión". En cambio, para un habitante de zona semirural, significa "salir a pasear". Tengo precisamente una anécdota sobre esto....jejejejeje.

Mis padres tienen una casa en la montaña. Cuando digo montaña no me refiero a "alta montaña", sino al tipo de montaña mediterránea con colinas suaves, cubiertas de bosque de pino bajo, y salpicadas por redondos campos de trigo.

En pleno bochorno de verano, mi hermana invitó a unos amigos suyos de Barcelona (que por desgracia curraban en Agosto) para pasar un sábado en la casa de campo de mis padres. Mi madre entusiasmada preparó lo indecible para contentar a sus invitados. Setas, caracoles, brasa, e infinidad de productos de la huerta empezaron a llenar la mesa.

Eran las doce del mediodía cuando llegaron los invitados. Al salir estos del coche, mi hermana y yo nos quedamos un poco sorprendidos. Vestían igual como se viste una persona que está apunto de atravesar el valle de Ordesa o el Camino de Santiago. Zapatos gruesos para caminar, con sus correspondientes calcetines gruesos, pantalones cortos, camiseta, gorras, y gafas de sol irrompibles. Todo naturalmente de marca y acabado de estrenar.

Entre saludos, conversaciones de cortesía y el embrollo típico de los regalos se nos hizo las dos.

- Mire, le he traído esto
- Pero no teníais que traer nada, no era necesario
- Si no es nada- (la verdad es que no era nada, tacaños, esos utensilios de cocina los venden en cualquier tienda china)
- Pero es que nos sabía mal
- Si otra vez me hacéis esto no os invitare, jejeje
- Venga, venga, que es solo un detalle

Al final acabé perdiendo la paciencia y le susurré a mi madre un borde…

- ¡Venga mama! Corta el rollo, que se supone que han venido a ver paisaje y no a practicar los buenos modales.

Mi madre se mosqueó un poquito, pero accedió a callarse. Ayudó también el hecho de que nuestros invitados se estaban achicharrando en el patio donde el sol pegaba con ganas…y claro, ellos vestidos de alta montaña…(no me estoy cachondeando, aun no).

Después de comer, y para despejarnos un poco de la bacanal, mi hermana gritó un…

- ¿Vamos a dar un paseo?

A lo que asentimos yo y los invitados. Mi cuñado y “los peques” decidieron que para ellos era mejor una siestecilla.

El pueblo donde mis padres tienen la casa de campo se llama Argençola. Este pueblo, junto a otros como Agiló, Aubarells, Carbassí, tienen una particularidad: están encaramados en las colinas más altas de la zona formando un cucurucho. En el punto más elevado del montículo es coronado o bien por el campanario de la iglesia o por una torre de vigilancia de la época de la reconquista. Así pues, la sensación es la de un castillo de cuento de hadas. Si encima le añadimos que todos estos pueblos son visibles entre ellos (Aguiló desde Argençola parece Mont Saint Michel en pequeñito) El paisaje es el orgasmo de cualquier frikie.

Yo iba vestido con mis tejanos, mi camiseta y unos simples zapatos. Mi hermana llevaba un chándal de estar por casa y unas bambas de plaza. Al lado de nuestros invitados, nosotros parecíamos unos muertos de hambre, la verdad.

Señalamos en el horizonte el pueblo de Carbasí. Nuestros invitados se sorprendieron un poco al ver que la distancia parecía larga. Yo me apresuré en decir cinco kilómetros de nada. Añadí luego que no se preocuparan, que antes de las siete estaríamos de vuelta.

Marchamos alegremente hasta que nuestros invitados vieron horrorizados que el camino hacia el pueblo no era en línea recta. Teníamos que descender el valle y volverlo a subir. Ellos pensaron que la hazaña no podía ser realizada, pero los convencimos asegurando que, cuando éramos pequeños, este recorrido lo hacíamos a diario para buscar a nuestros amigos que vivían en ese pueblo (que era cierto del todo. De hecho, muchas veces incluso en bicicleta)

Todo parecía normal hasta que nos dimos cuenta que los únicos que hablábamos como cotorras éramos yo y mi hermana. En esto que me callo y los miro a la cara…muertos, yo diría que estaban muertos. Así que les pregunté si querían descansar un poco, y como si esta palabra fuera una contraseña o que, se sentaron exhaustos en el suelo. Yo y mi hermana nos quedamos un poco extrañados…y eso que aun no habíamos empezado a subir.

Por cierto, se sentaron con tan poca previsión que no se dieron cuenta que estaban sobre un camino de hormigas…de pronto empezaron a saltar…que exagerados estos de ciudad.

Bueno, al cabo de un ratito, volvimos a las andadas. El camino de subida era arduo y farragoso, pero se podía realizar sin ningún problema. Mi hermana se distanció de sus invitados y se acercó a mi que estaba un poco más avanzado (estoy hablando de cincuenta metros como mucho). Empezó a hablarme de los compacs que tenía que darle para así poder grabárselos a sus amigos…amigos…estoooo

- Oye, Montse, me parece que los hemos perdido
- ¿Qué?
- Sí, mira, no nos sigue nadie
- Ospis

Caminamos unos metros hacia atrás para buscarlos y nos los encontramos caminando a la velocidad del caracol con diarrea, sacando la lengua y con los ojos fuera de órbita.

- Uy, me parece que vamos muy rápidos
- Si, si, vamos a aminorar un poco el paso

El siguiente tramo nos lo pasamos animándolos insistentemente. Y nos costó un poquitín convencerles que faltaba poco (se lo dijimos como unas doscientas mil veces…o tal vez más, ahora no me acuerdo).

Cuando divisamos la cumbre, parecían como si hubiesen visto a la virgen de la macarena… que cara de alegría, oyes.

Ellos se sentaron en un banco de la plaza del pueblo…bueno, sentarse no es la palabra correcta, mejor sería decir que follaron con el banco (Porque tanta devoción por un trozo de madera no la he visto jamás) Nosotros dos, por el contrario, no nos sentamos (la verdad es que no estábamos cansados).

Cuando volvieron en sí, se dirigieron a una fuente del pueblo. Mi hermana gritó

- NOOOOOOO!!

Vaya, demasiado tarde, estos de ciudad no saben que las fuentes de pueblo tienen la asquerosa costumbre escupir el agua a mucha presión. Se mojó tanto que no sabíamos si llamar a una de las casas del pueblo para preguntarles si tenían secadora para meter a nuestro invitado dentro.

Cuando logramos secarle, decidimos pasear por el pueblo. En una de las travesías había un perro enorme ladrando como un loco. Es normal en los pueblos encontrarse perros así. Dan mucha impresión, pero son totalmente inofensiv…

- Oye, Montse, me parece que los hemos vuelto a perder
- ¡Pero si estaban aquí!
- Pues ya no

Nos los encontramos a unos doscientos metros en dirección al campanario con cara de espanto.

- Joder, si querían ver el campanario haberlo dicho, leches, y no dejarnos de esta manera plantados
- Pos sí

Una vez el pueblo fue inspeccionado tocaba…jejejeje…tocaba….jejeje…VOLVER!!. Cuando llegamos a casa de mis padres eran las nueve. Y no llamamos al helicóptero de milagro. Solo entrar en la casa, se quedaron sentados en el sofá con la cara completamente ida. Mientras, yo me apunté a jugar con mis sobrinos al partido de fútbol que habían improvisado. A las diez entré en la casa, y cual fue mi sorpresa al comprobar que nuestros invitados no se habían movido ni un milímetro. Estaban en el mismo sofá, en la misma posición y con la misma cara de idos.

Cuando se marcharon, yo le dije a mi hermana

- Me parece que otro día será mejor que paseemos por los alrededores mismo.
- Si, tienes razón
- La tengo
- Of course.




albert - 11:33

 

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