EL ANGAR DEL PORRON MILENARIO

 
             

   
 
 

domingo, febrero 15, 2004

 
DE MADRILES, primera parte
Hacía casi dos años de la última vez que estuve en Madrid, y solo pensar que volvería a verla, me llenaba de alegría. No puedo explicar exactamente el por que, pero Madrid siempre me ha gustado (a lo mejor cambiaría de opinión si viviera en ella). Es una ciudad que se me antoja ancha, espaciosa, luminosa, y sobretodo mayestática. A ver, es cierto que yo nunca he estado en las partes más denostadas, osease, nunca he visto el constructivismo madrileño, así que mi visión es más idealizada que realista...pero, que coño!! No es mi ciudad y no soy quien para juzgarla, me gusta lo que he visto Y PUNTO.

Pero, pero, pero...yo no he empezado este texto para alabar las excelencias de Madrid, eso no tiene nada de gracioso, yo estoy aquí para criticar, y no voy a dejar títere sobre cabeza. (Si alguien se imaginó lo contrario es que no me conoce). Pues manos a la obra.

Si alguna cosa me quita los nervios de esa ciudad es su aeropuerto. Se nota un huevo que es el resultado de múltiples ampliaciones caóticas, hechas con el culo, y sin ninguna intención de decir "lo tiramos todo al suelo y lo volvemos a construir, eso si, bien hecho". Más bien es un "tu ponlo aquí y va que chuta". Partiendo de esto, es el aeropuerto más laberíntico que jamás he visto nunca. Para ir de una punta a otra del complejo, tienes que subir y bajar escaleras, patearte u/o dejarte arrastrar por interminables pasillos, torcer a la derecha/izquierda/media vuelta/jarlll. Y cuando llenas a tu objetivo...NO SABES DONDE COÑO ESTAS. Pero poco a poco empiezas a entender la lógica del tortuoso aeropuerto y a desenvolverte con facilidad y... y... Y UNA MIERDA!! Siempre acabas liándote con algo, como me ha pasado esta última vez que he vuelto...

...Habíamos llegado puntuales, en el avión no había pasado nada digno de ser criti...bueno si, los bocadillitos de chorizo o queso que estaban hechos de silicona. La verdad es que dude entre comérmelo o ponérmelo en el pecho como relleno.

El avión tocó el suelo y la gente, pasando olímpicamente de lo que decían por megafonía, se quitaron los cinturones, encendieron sus móviles, se apretujaron en el pasillo...lo de siempre. Una vez hubimos atravesado la rampa de acceso al aeropuerto, nos dirigimos a buscar las maletas que habíamos facturado. Lo más lógico hubiera sido dirigirnos en las cintas de la zona "5" que estaban más cerca. Pero como en Madrid nada es lógico, y el "6", como dice el anuncio, atrae más, nos pateamos medio aeropuerto. Nos equivocamos y tuvimos que hacernos los despistados para no tener que salir. Pregunta aquí, pregunta allí, hablar con polis...pffff, lo de siempre. (Estoy hablando en plural, pero la culpa fue DE UNA PERSONA...pero yo no soy rencoroso, que va, para nada...solo quería que quedara claro).

Seguidamente cogimos el metro para dirigirnos al hotel. Dudábamos entre dos paradas de metro y, después de pensarlo un poco, decidimos la que nos parecía mejor. No nos equivocamos, la parada estaba a menos de cinco minutos. Al día siguiente nos enteramos que la otra parada estaba un poco más cerca, pero no mucho más, de hecho la segunda parada estaba...ejem...PEGADA AL HOTEL. (¿Estoy hablando en plural?...es que me parece que la culpa fue de OTRA PERSONA...pero pelillos a la mar, total, yo hubiese hecho lo mismo...o no). El hotel se llamaba Pirámides, igual que la plaza que tenía justo al lado, igual que LA ESTACION DE METRO QUE TENIA AL LADO (Que noooooooo, que no soy rencoroso). Entramos y pedimos las habitaciones. Nos sorprendió que el recepcionista nos preguntara si queríamos habitaciones de fumadores o no fumadores. Pero comprobamos que si había una seria diferencia, las habitaciones de fumadores APESTABAN TABACO. Uno de nosotros tuvo que sufrir el pestazo, justo la misma persona que nos lío en el aeropuerto (aish, lo he vuelto a hacer, perdón).

Por la noche nos dirigimos a cenar en un restaurante gallego donde habíamos quedado con más gente. Corrimos un poco pensando que llegaríamos tarde. Pero resultó que llegamos los primeros. Es curioso como la gente que iba llegando no eran madrileños y los últimos que llegaron sí, y con unas excusas que parecían sacadas de un libro de harry Potter (amos, no seáis así, esto no le he dicho porque sea rencoroso). Nos descoordinados un poco en pedir la comida, pero al final conseguimos tenerla encima de la mesa. Reconozco que estaba buena, y disfrutamos de lo lindo. (Por cierto, Fahss, que bien te comes esas crepes con forma de falo).

Cuando nuestras barrigas estuvieron saciadas, nos dirigimos al Hilogui. Una especie de pub musical, con regusto antiguo, en medio de la Madrid más castiza. En el mismo momento que llegamos, un grupo de jazz nos deleitaba con una "ram sesion" a un volumen que desmontaría un jinete de su caballo. (V-O-L-U-M-E-N, es una palabra fácil de entender, creo yo...vamos...no se...).

Saludé a muchos que hacia tiempo que no veía, hablé, bebí, reí...y me quedé alucinando de la manera con la que el "hilogui" hecha a sus clientes del local. (Supongo que nos echaban, porque no creo yo que eso de apagar todas las luces sea una nueva moda para potenciar el sexo en los locales).

Y antes de terminar este episodio, dejen que comente una cosa que también me sorprendió...em...Se supone que es el presidente de todo el mundo, se supone que es muy inteligente, se supone que nos representa a todos. Siendo así, le pediría, como un acto de deferencia hacia nosotros, QUE QUEME ESA CAMISETA!! QUE LA QUEME!! QUE LA QUEME!!... Pero a quien se le ocurre ponerse una camiseta negra con el logo a lo BATMAN...mira, por favor, se me saltaron los ojos, como puede hacerme eso, un poco de buen gusto, oyes.


albert - 16:10

 

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