LA MUJER DEL CESTO
Había una vez una mujer que lo único que poseía era un gran cesto. Un día, vio a unos hombres trabajando en una pequeña mina y se acercó a verlos. Estuvo hablando un buen rato con ellos y al final les preguntó si querían que les ayudara en algo. Los hombres le dieron unas piedras y le pidieron que si quería, las podía llevar al pueblo. Ella aceptó y así lo hizo. Volvió al día siguiente y les preguntó si querían que volviera a llevar piedras, y ellos dijeron que sí, pero llenaron su cesto con el doble de ellas. Los días pasaron y las piedras fueron aumentando hasta que se vio obligada ha hacer más de un viaje. Pero ella no sabía decir que no, le gustaban sus amigos mineros, se sentía bien con ellos, y callaba su malestar. Una noche, cuando ya había realizado veinte viajes con el cesto lleno de piedras, uno de los mineros suplicó a la mujer si podía llevar una carta que le habían traído de América y se la diese a un señor llamado Gabriel para que la traduciera. Ella aceptó y así lo hizo. Cuando volvió, se dio cuenta que lo que ponía en la carta no se entendía, así que intentó volverla a escribir para que el minero estuviera contento. Pero el minero se entristeció porque ni aun así la entendía. Entonces la mujer volvió al pueblo y obligó al señor Gabriel que volviera a traducir la carta. Después de haber echo esto, se fue a dormir. Al día siguiente volvió con sus amigos mineros, pero el amigo de la carta estaba furioso con ella. La mujer preguntó que había pasado, y el minero le dijo que el señor Gabriel le había amenazado con que ya no le volvería a traducir nunca más ninguna carta de América porque había sido insultado por la mujer del cesto. Entonces la mujer pensó que después de pasarse el día entero transportando el cesto lleno de piedras, habiendo hecho todos los encargos que le habían pedido, incluso los que no eran necesarios, y ofreciéndoles su compañía, la trataban de esa manera. Decidió entonces no volver nunca más a la mina, y volvió a su casa desolada.
albert - 13:41