ASUSTAME!!

Este viernes era vigilia de walloguen, jaloguen, walhowen...bueno, como coño se llame esa americanada. En un día igual pero de 1997 yo llegué temprano a trabajar y, cuando comenzó a llegar los demás, yo me escondí detrás de la escalera que sube a los pisos superiores de la joyería. Cuando apareció el hijo del jefe, salté encima de él y le pegué el susto de su vida. El reclamó venganza y, mientras yo estaba en el cuarto de las cajas, saltó sobre mí y me quitó dos años de mi vida del susto. Esos sustos se repitieron durante los años siguientes, siendo la vigilia de la fiesta de los muertos el día cumbre.

Eran las diez de la mañana. La dependienta estaba ordenando las cajas de "maurice lacroix" en un estante superior. La mujer de la limpieza hacia lo que siempre hace...nada. Y yo me disponía a entrar en la tienda (llegaba un poquitín tarde). Así que el viajante de "Alcudia" (una firma de marcos de plata) me detuvo justo en la puerta y me saludó. Como iba cargado, le abrí la puerta y entro antes que yo. Cargado como estaba con el muestrario, le dije que lo dejara en la habitación del fondo. Mientras, yo colgaba mi chaqueta en el colgador de la entrada. De pronto oigo un

¡¡¡¡TTAAAA!!!!

La dependienta, yo y la mujer de la limpieza nos sobresaltamos y miramos en el interior de la habitación a ver lo que había pasado. Al pobre viajante se le rizaron hasta los pelos de los dedos de los pies ya que, por lo visto, el hijo del jefe le había pegado un susto de muerte pensando que era yo quien entraba en la habitación. Se puso rojo como un tomate y del espanto se tuvo que sentar. Mientras, el hijo del jefe se disculpaba de tantas formas diferentes como galaxias tiene nuestro universo.

El jefe llegó después. Le comunicamos que el viajante se encontraba en la habitación. El refunfuñó, puso cara de hipócrita entró en la sala y saludó efusivamente al viajante. Mientras enseñaba los marcos, mi jefe comenzó una de esas conversaciones que solo él es capaz de hacer.

- Mire Pau (ese era el nombre del viajante) tenía pensado abrir la tienda el sábado, como en Manresa. Pero aquí en Igualada todo el mundo se larga. Que si unos van a la playa, que si otros a Barcelona, que si otros a ver a la llalla que ha recogido setas y ha hecho panellets. He decidido pues que no abro ¿Para que?. Antes, la gente iba a los cementerios y, cuando salían, aun vendías algo. Pero ahora, como ya he dicho antes, aquí no queda ni el que abre la puerta del campo santo. (No hace falta añadir que esa diserción nos alegró sobremanera a mí y a la dependienta).

- Esta tradición se está perdiendo Anton, si ya nadie va a la iglesia ni nada. Es una pena pero es así.

- Ni que lo digas. Si quieres que te sea sincero, a mí si me tienen que enterrar en algún sitio que sea en PORT AVENTURA, así siempre tendré la seguridad que el día de todos los santos me vienen a visitar.

Que cachondo es mi jefe

Después de enseñarle todo el muestrario y de hacer el pedido. El viajante recogió sus bártulos y se dirigió al mostrador. Justo cuando estaba a la altura de la dependienta. A ella se le comienzan a caer los estuches en cascada. Y el pobre Pau se lleva el segundo susto del día. Una vez las cajas dejaron de caer encima de su cabeza, y ante la cara de desolación de la dependienta. El viajante le ayudo a volverlas a colorar. Una vez hecho esto, se despidió de todos nosotros y nos preguntó que, si desde el parking donde había dejado el coche se podía acceder a la calle de la tienda, para no tener que trajinar todas las maletas hasta allí. Entonces yo le he dicho

- ¿Que parking, si aquí no hay ningún parking?
- Me refiero al parking que está dos calles más abajo
- ¿Dos calles más...? Ahhhhh, usted quiere decir las paradas de taxi...pero si deja el coche allí le van a pegar una multa que...

Pobre hombre, otro susto, anda que no corrió...y anda que no fue grande la multa que le pegaron. Me sabe mal, pero eso le pasa por venir cuando no toca.