EL ANGAR DEL PORRON MILENARIO

 
             

   
 
 

miércoles, septiembre 17, 2003

 
TEATRO

¿Os he contado alguna vez mi primera experiencia como actor de teatro?... ¿no?...Bueno, pues ya va siendo hora. Naturalmente no os hablaré de cuando, de pequeño, me vistieron de pastorcito y me enseñaron una poesía para que la recitara. (A la temprana edad de cuatro años era capaz de aprenderme una poesía de memoria) tampoco os recitare la poesía, que aún recuerdo palabra por palabra. Por cierto, en esa época yo era rubio y con los ojos azules. (monísimo, monísimo). Pero luego me volví castaño oscuro, con los ojos castaños y la nariz de bruja. (Desde entonces, no permito que mis sobrinos lean el patito feo, menuda estafa). Aish, que épocas aquellas que, mientras recitaba, el público de primera fila decía.

- Que mono, que mono, y que bien lo hace, y que cucada, y que -

Ahora, por contra, cada vez que salgo a un escenario la gente suele decir

- Que orangután, que gorila, y que bien lo hace, y que gusano, y que -

Pero bueno. c´est la vie.

Ya me he vuelto a perder por las ramas. Volvamos a la primera intención, la de explicaros mi primera experiencia de actor. En esa época yo estudiaba en la escuela de formación profesional el primer año de fp2 en la modalidad administrativa. Una profesora muy, pero que muy "bleda" (la traducción literal al castellano es "acelga" pero el significado seria ¿ingenua? ¿Gilipollas? ¿Inocente? ¿Ilusa?...no se, escoged la que os guste más) decidió organizar un grupito de teatro. YO! no me quería apuntar, pero los compañeros de aquel entonces si querían y...nunca se decir que no.

Organizarlo fue un total, absoluto, monumental, desastre. El protagonista: un pintor que se metía en todos y cada uno de los diálogos del vodevil. Lo cambiamos unas tropocientas veces. Juan fue, al final, el pintor que se quedó. Recuerdo que lo hizo de coña. Los decorados no estuvieron listos hasta un minuto antes del estreno. (Aun recuerdo estar clavando clavos con la suela del zapato mientras la "bleda" nos deseaba mucha mierda... ¡MIERDA PA TI, SO BRUJA!)
El vestuario se rompía a cada gesto, y, al final, decidimos traernos los trajes de cosas de casa. Y la mitad de los actores no se sabían el texto, así que tuvimos que poner a doce personas estratégicamente escondidas por todo el escenario para chivatearnos.

Yo hacía del señor de la casa. Tenía que aparentar unos cincuenta años, así que me pintaron unas ojeras, y unas rayas que, de lejos, parecían arrugas. Me pusieron por todo el pelo polvos de talco para simular canas. Y yo me puse el traje de mi padre.

Justamente el que salía primero era yo. Así que, como comprenderéis, mi corazón había salido a dar una vuelta por el escenario el solito. Las dos primeras palabras que dije sonaron a una octava por encima del pentagrama. Tuve que rectificar y sonó una octava por debajo. Y cuando conseguí estar al tono deseado, el público ya se tronchaba de risa. (Y eso que aún no había comenzado ninguno de los graciosos textos de la obra, que éxito). Luego entro Carmen que hacia de mi mujer. Entró con tanta rabia al escenario que se le engancho el vestido con una de las personas estratégicamente escondidas. Se paró en seco antes de llegar a mi lado y comenzó a recitar su parte de texto. Yo, que no había visto el enganchón, me quedé estupefacto. Y decidí ir hacia ella. Entonces me di cuenta de lo que ocurría e intenté ayudar al chico para desenredarla. Así que va y entra Sonia, la que hace de nuestra hija y, completamente descojonada, se nos acerca y nos dice su parte del texto.

- Estoy muy enfadada porque me he enterado que me queréis casar con Justo y blablabla...-

Se supone que su expresión tenía que ser la de una persona sumamente cabreada. Pero, por contra, estaba llorando de risa. Al final el vestido se desenganchó y pudimos movernos un poco hacia el centro. Pero lo hacíamos tan torpemente que parecíamos muñecas de famosa.

Sonia ya no podía enlazar las palabras coherentemente y tartamudeaba entre soplos y risas entrecortadas. Yo intentaba dar carácter al asunto gritando un poco más. Pero solo conseguía hacer reír más a Sonia. Pero Carmen demostró sus tablas y metió su parrafada con tal maestría que secó de golpe la risa incontrolable de Sonia.

Después la acción se desarrolló bastante bien hasta que, Pablo, el que hacía de novio de Sonia (un novio no deseado ni por mí, ni por carmen en la obra) intentaba acceder a la casa. Sonia, horrorizada, se lo impedía. Forcejearon con la puerta hasta que esta se desenganchó. Todo el peso de la puerta se vino hacia Pablo y...bueno, nunca había visto a tantas personas reír tanto y con tanto ruido. Pero bueno.

Más adelante, yo, loco de furia porque Sonia se había liado con un novio que no era el que yo quería, me llevé las manos a la cabeza. Pero, ay pobre de mí, no recordé que la llevaba llena de polvos de talco y... ¿Sabéis el hongo atómico de Hiroshima?...pues encima de mi cabeza apareció uno. La mujer de la limpieza trabajo poco ese día, después que el público le fregara el suelo en su lugar.

Y os pensáis que aquí se acabó todo, pues noooooooo. Juan, el que hacia de pintor, se le olvidó el texto.Y justo en ese momento, no había ninguna de las doce personas para soplárselo. Un silencio atroz se adueñó del escenario. Y la gente del público se quedó petrificada. De pronto se oye un

- CLOC,CLOC,CLOC –

Era uno de los “sopladores” corriendo por detrás de los bastidores. Era chica con talones, por eso el ruido.

Al cabo de unos segundos, el pintor comenzó a hablar de nuevo por arte de magia. Y nosotros veíamos a la “sopladora” chivateándole el texto entre…resoplidos de tanto correr.

Me parece que no hubo más incidentes que destacar. Y la obra fue un tremendo éxito…lo que no llegué a comprender es porque la gente me comentaba lo bien que había quedado la escena de la puerta. Y lo real que parecía.

Que se lo digan a Pablo si pareció real o no. Tres puntos en la cabeza y un morado en el brazo.


albert - 10:02

 

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