EL ANGAR DEL PORRON MILENARIO

 
             

   
 
 

jueves, julio 10, 2003

 
LA PLAGA DEL LANGOSTO

Esta semana no me ha pasado nada que merezca ser contado (excepto el tono arapahoe de mi piel, a causa de una toma incontrolada de sol sin crema rebozante) por eso voy a contaros una anécdota que me paso hace algunos años...

Tenía la surrealista edad de dieciseis años. Mis padres, yo y mi hermana fuimos invitados a una exposición de cuadros que uno de mis primos hacía en Manresa. Mi primo en aquella época intentaba ser pintor (ahora es otra cosa, pero aun no he averiguado exactamente el que) Fisicamente se parece un huevo a mí, y si la gente no nos confunde es porque el mide un palmo más que yo. Tiene un humor caustico muy parecido al de Eugenio, nunca se rie, pero te suelta cada una que te quedas frito de la risa. Mi prima (porque ese primo tiene hermana) tiene el mismo humor sarcastico, pero ella, a diferencia de mi primo, tiene más facilidad de sonrisa. Su madre (o lo que es lo mismo, mi tia) es de esas personas agradables y desenfadadas. Catalana hasta la médula, no es capaz de pronunciar una frase en castellano sin meter un barbarismo, y te desmontas de risa cada vez que intenta hacer algo fuera de su alcance (como hablar en castellano) Y luego está mi tio, bonachon y siempre con la sonrisa en los labios. No tiene la capacidad de cinismo de sus hijos, pero es capaz de encajar todas y cada una de las envestidas que ellos le propinan a modo de indirectas. En consecuencia, salir de su casa sin desternillarte es una odisea en el espacio.

Antes de ir a la exposición, fuimos a casa de mis tíos a dejar las tartas que traíamos (porque luego nos quedábamos a comer a su casa). Ya solo entrar en el recibidor, vemos un gorrión volando por encima de nuestras cabezas, inmediatamente salió mi tía detrás del pajarito sin más ropa que una superfaja de un solo cuerpo. (traduzco las palabras al castellano).

- ¡¡Cojones de pájaros, ya os decía yo que no sabía darles de comer!! -

Del agujero de la escalera del piso de arriba, apareció mi prima vociferando

- Déjalo mama, ahora no es el momento. Haz el jodido favor de volver, que la cera para tu vigote se me esta enfriando. Ostia!! van a llegar los tios y aún estaremos así -
- Pero si ya están aquí -

Una persona normal y corriente se hubiese disculpado y, después de invitarnos a entrar al comedor, se hubiese dirigido al piso de arriba para terminar de acicalarse. Pero ella, embutida en ese traje de licra color carne como quien lleva un chandal, comenzó el ritual de besos, gritos y manoseos típicos.
Al segundo alarido de mi prima, mi tía se fue refunfuñando y apareció mi tio ya muy puesto con su traje. Continuó él con el ritual de besos y frases fútiles y nos enseñó su nueva pajarera (ya podéis intuir cual es el hobbie de mi tio). Ya dentro de aquella colosal pajarera de cristal y poliuretano, la puerta se abrió y apareció mi primo con un traje de pana color lila oscuro. Mi tio horrorizado, le increpó

- ¿No serás capaz de ir vestido así a la exposición? Quitate eso!! -

Mi primo se lo quedó mirando, y después de obsequiarnos con una dramática pausa, le dijo

- Con el circo de familia que tengo, voy p-e-r-f-e-c-t-o -

La reacción fue unánime... reímos tanto que los pájaros que nos sobrevolaban parecían posesos intentando salir de la pajarera.

Al cabo de una hora, aun estábamos enfrascados en contarnos la vida, y solo el sonido de las campanas de la catedral de la Seu (que están a tiro de piedra de su casa). Nos obligó literalmente a brincar por el comedor para recoger todos los adornos inútiles (bolsos, corbatas, la abuela ) y salir pitando hacia el coche, rumbo a la exposición.

No se por que razón yo acabé en el coche de mis tios, y mi prima en el coche de mis padres. Mientras circulábamos por las tortuosas calles de Manresa, mi tia aun se quitaba algunos pelos del bigote, chillando como una loca a cada bache. (que en Manresa son monumento nacional). Dimos una curva y, como que ella estaba con una mano sujetando la pinza y con la otra sujetando el espejo, nos chafó con todo el peso de su cuerpo a mi y a mi primo. Este, enfurecido, le comenzó a pegar las manos y le quitó de un plumazo la pinza y el espejo. Mi tía empezó a pegarle a el también (en plan familiar, nada de golpes fuertes) y una mano proveniente del asiento delantero comenzó también a pegar. Era la abuela, (la madre de mi tia) totalmente ida al contemplar como se pegaban dos de sus parientes preferidos. Todo acabo con un contundente grito de mi tio…

- ¡VOLEU FOTRE EL FAVOR DE PARAR! (Queréis hacer el jodido favor de parar) -

Y la reyerta terminó entre risas entrecortadas.

Llegamos a la mini sala de exposiciones en la plaza mayor, no había mucha gente, pero tampoco importaba mucho (esos cuadros no eran como para enseñarlos). Mi hermana y mi prima estaban en el centro del local haciéndose las pijas cultivadas para seducir a un alemán alto como un “sabado currando” . Sus ojos eran azul nuclear y su cuero cabelludo era de un rubio subido. Mi primo se acercó a ellas, repasó con la mirada al extranjero y dijo.

- Ey, nano, ten cuidado con estas que son unas guarras -

Mi prima no dijo nada, pero le pegó un guantazo que resonó por toda la sala. Mi tia se acercó y le pegó un bolsazo que pa que, y porqué mi tio sujetó a la abuela, que si no, ni una peli del Luis de Funes. Mi hermana perdió todo su encanto pijotil y se desmeleno en ostentosas carcajadas, pero nada comparado con los espasmos risiles del rubio alemanote.

Un tiempecillo después, entró una chica y anunció que el coktel estaba servido en la sala contigua. Entonces se nos vió a todos el latón, ya que nadie, absolutamente nadie, se quedó a contemplar más los cuadros. Nos lanzamos como leones a esa sala que prometía suculentos cristianos.

En la habitación había una docena de mesas redondas repletas de variados canapes, pastas saladas, pastelillos. No se por que razón mi familia no se concentró en una mesa, y nos esparcimos por toda la sala. A modo de amenizage había un grupo de jazz tocando algo realmente bonito. En eso que cojo un pastelito y observo el espectáculo. Al descubrir que lo que comía era delicioso, volví a mirar la mesa para degustar otro. Pero,¡oh sorpresa!, un plato repleto de ellos había desaparecido. Bueno, no pasa nada.

- A ver, tomaré esto otro...buenísimo...voy a por...ops, ¿que pasa aquí? -

No había manera, los manjares desaparecian de la mesa por arte de mágia. Y lo curioso es que todos los que estábamos en la mesa mirábamos sorprendidos como era imposible repetir. Me alejé para pedirle a mi madre un pañuelo y entonces lo vi. En la mesa contigua a la nuestra había un chico de unos cuarenta años, alto y con una barba de un día que se dedicaba a proveerse de comida a costa de expoliar disimuladamente la mesa de los otros. El muy gloton cogía cinco pastelitos
y se los metía en la boca como si estubiesemos en un campo de concentración. Y ya no te digo la orgía que se montaba con las pastas saladas (el monstruo de las galletas a su lado era una mariposa). "Eso reclama venganza" pensé, y en un pis pas tuve un plan perfecto. Cogí una piedrecita que saqué de una maceta que estaba en la exposición (os podeis imaginar la escultura). Volví a la que había sido mi mesa y escogí un pastelito que milagrosamente aún había sobrevivido a la plaga del langosto ese. Metí la piedra dentro, tape el agujero con sumo cuidado, lo volví a dejar en el plato y miré al grupo de jazz sin perder de vista a los comensales de mi mesa para que no cayeran en la tentación de coger ellos el pastelito.
Al cabo de un instante oi un "CROC", y inmediatamente una persona empezó a parlotear. Comenzaron a bajar santos del cielo, envueltos en esquisitos tacos. A cada nuevo taco, mi sed de venganza se saciaba más y más. Hasta que no pude contenerme y me volví disimuladamente para contemplar mi obra maestra.

Me quedé de piedra al observar que la persona que tenía el pastelito entre los dedos era...mi padre. Nunca lo había visto tan irado. vaya numerito. Y encima, con el espectaculo extra que montó mi papaito, el supergorrero no desaprovecho la ocasión y rebano todas las mesas que pudo, no dejó ni los huesos de las aceitunas. Mi prima lo vió también y se acercó a mi. Los dos observamos como su nuevo objetivo eran unas copas de sorbete rojizo que dos camareros dejaron repartidos por las mesas. A mi prima le faltaron manos para sacar de su bolso una colonia y hecharla en su copa. Luego avisó a un camarero y le dió ordenes explicitas que esa copa tenía que aparecer en la mesa de su madre (que justamente era la misma del supergorrero)...

No vimos el resultado porque mi primo se empeño en enseñarnos el piso superior donde estaba el museo fotográfico.

De regreso a Igualada, recuerdo que mis padres comentaron la jugada de la exposición. Mi padre habla primero

- No se como tiene cojones de exponer eso, que cuadros más feos -
- Mira que eres antiguo - replicó mi madre - es arte moderno -
- Eso no es arte moderno, es arte de borregos -
- Siempre tan negativo -
- Gracias a dios el coktel estuvo bien -
- Oh, si, y ese grupo de jazz, que bonito. Pero que mala estaba esa bevida, se pasaron con el alcohol. Y la tonta de tu cuñada no paraba de insistir en que lo provara, que estaba buenísimo -
- Pues a mi si me gustó -
- Y a mi también me gustó - añadió tambien mi hermana

Y a mi también me gusto...XDDDDD...mucho...XDDDD... mira que somos gafes.



albert - 23:03

 

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