EL ANGAR DEL PORRON MILENARIO

 
             

   
 
 

domingo, abril 27, 2003

 
EL ZOO

A mi el zoo no me deja ni frio ni caliente, simplemente no me gusta. Ver como animales hacen lo mismo que los asesores de Aznar ( o sea, nada) la verdad, no me interesa lo más mínimo. Ni cuando era niño la palabra "Zoo" no me atraía para nada. Pero que no me guste a mí no significa que a otros les pueda gustar un montón, y partiendo de esa premisa, decidí a llevar a mi sobrino a ver el Zoo. Tenía dos razones de peso para hacer esto. Una, enseñarle que no todos los animales son "digimons" que pueden "digievolucionar". Otra, curar su terrible enfermedad, el "aburrimientus insistibilis".

El día en Barcelona era "stupendo" y el parque de la ciudadela estaba colosal de bonito. Todo era perfecto excepto el précio de las entradas (¡manos arriba, esto es un atraco a mano armada!). Pero mi sobrino se lo vale.

La primera toma de contácto con los animales era la sección de los pájaros exóticos. Un cartel nos indicaba que, delante nuestro, teníamos un ejemplar de "scilpidus actionimus" (me lo acabo de inventar, pero es que no me acuerdo que ponía). Enfrente de donde estaba el escrito había un pequeño estanque putrefacto, unas palmeras colosales y... docientas mil palomas atracandose de lo lindo. Yo pensé que, en ese momento, el Scilpidus estaba dentro del recinto recibiendo su ración de mimos por parte de los cuidadores, hasta que descubrí, arrebujado en un rincón, un pajaro amarillo. Estaba a-c-o-j-o-n-a-d-o viendo como esas palómas invadian su ecosistema. Y no era para menos (eso si era una invasión y no la de Irak). Mi sobrino no parecía importarle el cambió de espécie y comenzó a señalar las palomas y a gritar

- ¡Pamolas, pamolas! -

Y yo para no desilusionarle le contesté

- Oh, cuantas que hayyyyy -

Siguiente parada. El "pasticulus mopidus" ( que si, que también me lo invento. Joder, como se nota que sois mensistas). Otro charco pestilente, otras palmeras colosales y docientas palomas más. Y mi sobrino como loco gritando pamolas, pamolas.

Toda la sección de pájaros exoticos eran bacanales de palomas, por lo que decidí cambiar de tercio y dirigirme a la sección de felinos. Delane de un foso había una leona espancingada mostradonos toda su barriga. Estubimos un ratito y la leona no se movió ni un ápice. Mi sobrino me miró con esa cara que ponen los crios cuando estan contrariados y me dijo.

- Esta muerta -

Yo sonreí y le dije.

- No esta muerta, mira -. Me agaché y con disimulo cogí una piedra del suelo. Apunte hacia la mollera de la leona y tiré la piedra. El "catacroc" se escuchó a doscientos metros a la redonda, pero la leona no se movió ni un milímetro. Luego dije a mi sobrino

-¿Vamos a ver a copito de nieve?-

Mi sobrino asentó con la cabeza y nos largamos del foso de los leones. Mientras caminábamos yo pensé en mis adentros "como se enteren las palomas que la leona está muerta".

Cuando encontramos el recinto donde está copito de nieve descubrimos que estaba desierto. Mi sobrino me preguntó por que no veiamos al gorila blanco y yo le contesté

- Piensa que es muy viejecito. Seguro que ahora está en una escursión del inserso, atiborrandose en un bufet libre y bailando pachanga -

Mi sobrino no me entendió y volvió a preguntar, y yo le contesté que estaba durmiendo. Luego le propuse ir a ver a los elefantes y las jirafas. Un olor nauseabundo nos indicaba que estabamos muy cerca de ellos, pero mi sobrino se negó en redondo a seguir caminando en esa dirección. Solo sabía repetir - Caca, caca - y aunque insistí una barbaridad, al final tube que desviarme.

A la hora de comer nos sentamos en unos bancos de madera delante de unas mesas tambien de madera. Sacamos los bocadillos que traíamos, las latas y las servilletas de papel y buen probecho. Al cabo de un rato, estábamos literalmente rodeados de palomas. Primero las tolerábamos, incluso mi sobrino se distraía dandoles las migas de su bocadillo, pero luego eran una auténtica invasión. El colmo fue cuando un pavo real se nos acercó (porque en el zoo de barcelona los pavos reales andan sueltos ). El muy espavilado observó a mi sobrino y cuando este estaba despistado, se abalanzó contra el y le arrebató un pedazo de bocadillo. Mi sobrino se asustó de lo lindo y comenzó a correr mientras lloraba desconsoladamente. El pavo real, que no se había olvidado para nada del bocadillo, empezó a perseguirlo, y yo a perseguir al pavo real. Si en ese momento nos ve un delegado de la Warner Bros, nos ficha seguro. Todo se acabó cuando le pegué una patada al pajarraco ese con todo mi sentimiento. Al hacer esto, descubrí una cosa que no sabía. Las palómas del zoo de barcelona no son tales, son pavos reales despues de haber recibido una patada de un padre irado. Y es que, sin plumas, un pavo real es una paloma como otra.

No logré consolar a mi sobrino hasta que encontramos el foso de los monos. Los pobres se dedicaban a hacer lo que siempre hacen los monos...imitar a Aznar. Y eso le arrancó una sonrisa.

Yo no se si fue una buena idea llevarlo al Zoo, y me temo que tardará mucho tiempo en querer volver a visitarlo. Y es que el zoo es, a fin de cuentas, un reflejo de nosotros mismos. Ah, por cierto, si quereis ver a copito de nieve no vayais a Barcelona, está en Benidorm.





albert - 23:36

 

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